Lunes paseando por el centro
Lunes caminando por las calles del centro
Atravieso un
paisaje lunar,
caminando
por las calles
del centro.
Los cráteres
emergen
cual heridas
sonrientes
y sangrantes
abiertas al cielo:
flores de adoquines.
Apenas los ruidos
de las máquinas,
los murmullos
de los picos y las palas
contienen
los gritos de las calles
que gimen sus años,
la consistencia
que sostiene
nuestros pasos.
La ciudad estoica,
soporta nuestros
caprichos.
Conserva, intacta,
su fatalidad de ciudad
cambiante,
y al mismo impenetrable
forjada a fuerza
de la exigencia
de vivir en un ciudad
nítida e impecable.
Atravieso un
paisaje lunar,
caminando
por las calles
del centro.
Los cráteres
emergen
cual heridas
sonrientes
y sangrantes
abiertas al cielo:
flores de adoquines.
Apenas los ruidos
de las máquinas,
los murmullos
de los picos y las palas
contienen
los gritos de las calles
que gimen sus años,
la consistencia
que sostiene
nuestros pasos.
La ciudad estoica,
soporta nuestros
caprichos.
Conserva, intacta,
su fatalidad de ciudad
cambiante,
y al mismo impenetrable
forjada a fuerza
de la exigencia
de vivir en un ciudad
nítida e impecable.
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