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Mostrando entradas de septiembre 30, 2007

Ciudad fractal

Arriba, desde lo alto, la ciudad descubre sus dendritas que se extienden y se alargan, a lo ancho y largo de la suave y fútil frontera: mancha gris desparramada, geometría que gana terreno sobre el frágil verde que nos rodea. Dentro, hacia nosotros, la ciudad se cuela por los poros y orificios que conforman esa otra frontera entre el afuera y la entramada red de caminos que recrean las calles y avenidas, los grandes parques, las solitarias alamedas. La ciudad dentro y fuera es la marca que llevamos indeleble e indecible y que guarda la secreta simetría, que se repite, y se refleja a si misma.

Nacer junto al mar

De haber nacido junto al mar el río de Heráclito habría sido un oceano de quietud inalterable, pero siempre cambiante: porque el mar que es uno solo y que es todos los mares, multiplica el reflejo de los colores de nuestros deseos. De haber nacido en el mar no escribiría versos nostálgicos de ola y sal camino al trabajo en el aletargado vaivén de esa otra onda que mece tranquila el viaje del pesero.

Deseo, el mar

Rugiente ardor, el golpe de la espuma de la ola del deseo. El timbre sordo que arrastra la cresta que se estrella en mi cabeza, partiendo en mil y un destellos las fantásticas formas que proyecto, tras mis pasos. Rumor de sal, me invade la marea, incipiente sensación de venir e ir sin cesar, al ritmo portentoso del misterio de la luna que se mira y se refleja, en el ojo de mi deseo.