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Mostrando entradas de septiembre 16, 2007

Exigencia

Casi palpable, mi exigencia comparte conmigo, la preocupación espartana por la limpieza en los remotos rincones de mi casa. Cuestiona sin reparos, sobre la forma más exacta y sutil, de acomodar los platos en el escurridor. Tiránica, vive en su propio y desquiciado intento de ser una exigencia perfecta: trabaja horas extras, esforzandose por sentirse completamente satisfecha, y me hace repetir, una y otra vez, el orden y la composición de las palabras de este poema.

Mar de casas en Tezonco

Gris el polvo: aire mancillado, periferia de ciudad. Desnudos los techos, esperan impacientes, a los ojos, que completen lo que las varillas y castillos nos sugieren: pisos imaginarios, que culminan en paredes de colores, rematadas con ventanas circulares: artificios del deseo que proyectan desafiantes las formas de los sueños y las fugas. Rojo el monte que contempla desgajado, el crecimiento inexorable de nuestros anhelos, que intentan cubrir el horizonte, con una fina capa gris de ensueño.

Lunes paseando por el centro

Lunes caminando por las calles del centro Atravieso un paisaje lunar, caminando por las calles del centro. Los cráteres emergen cual heridas sonrientes y sangrantes abiertas al cielo: flores de adoquines. Apenas los ruidos de las máquinas, los murmullos de los picos y las palas contienen los gritos de las calles que gimen sus años, la consistencia que sostiene nuestros pasos. La ciudad estoica, soporta nuestros caprichos. Conserva, intacta, su fatalidad de ciudad cambiante, y al mismo impenetrable forjada a fuerza de la exigencia de vivir en un ciudad nítida e impecable.